19 - Yrigoyen?

Podés ser el tipo mas tranquilo del mundo. Pero los nervios y los músculos inevitablemente se te endurecen al cruzar las plazas de constitución, rumbo a la estación. Es un sentir que yo comparo con la salida de una peluquería, post-corte. Uno piensa que todos lo miran. Que todos notan algo. Y uno se apura, y a veces, se esconde.
La lucha en las boleterías de ese titán de estación, no es un detalle menor. Es imposible no notar que hay muchísimo espacio allí dentro, y se hace mas curioso el mal transito de la gente. Los choques. Las discusiones. Los extravíos... y los amigos de lo ajeno.
Pasar esa débil barrera llamada "personal de control de boleto" es como una burla, y tira abajo todo nuestro esfuerzo anterior, para conseguir un boleto.
El tren sale en cinco minutos. La gente corre de todas maneras para subir. En el andén el tiempo corre mucho mas rápido.
Me subí al cuarto vagón. Totalidad de asientos apropiados por sus orgullosos y temporarios dueños. Parado, frente a un señor de traje celeste. Muy antiguo. El traje también era viejo. Agarrado al respaldo que tenía adelante, movía su cabeza en un zig zag sin fin. Aparentemente había algo en los pensamientos de este señor que no cerraba. Uno se siente interprete. Y hasta psicólogo. Tratando de deducir lo que en realidad no le incumbe. De repente, se para y se marcha a toda velocidad, haciéndome el regalo mas preciado de ese ámbito. Un asiento. Aparentemente se equivoco de destino y de tren. Ya no me importaba. Es mas, ya lo había olvidado. Apoyé la cabeza y en un descuido de mi conciencia, me dormí.
Entre sueños me pareció oír el silbato del guarda. Y las puertas cerrándose. Obviamente atrapando alguna parte de la humanidad de alguien, que trató y no pudo, ganarle el tiempo al cierre.
No recuerdo más.
Hasta q desperté. Dónde estaba? Yrigoyen?
Parecía que había dormido horas. Pero....que es lo que estaba pasándome?
El tren estaba parado ahí. Vació. Bueno, en realidad, conmigo adentro. Las puertas abiertas. Las luces apagadas. Todo muy raro.
Me bajé, camine hasta las terroríficas escaleras. Las ruinas de un transitado pasado no solo regalaban miedo, sino también lastima.
Telas de araña decorando cuanto Angulo o rincón tuviera esa estación.
Por fin di con la salida. La calle estaba vacía. Bueno, en realidad siempre esta vacía.
Pero esta vez, parecía mas vacía que de costumbre. Me posicioné en la calle por debajo del puente donde el tren estaba parado. Mas oscuridad. Mas soledad. Goteras. Antes, no había visto goteras. Seguí caminando por esa pequeña calle. Habré caminado aproximadamente cincuenta metros. Hasta sorprenderme (asustarme) al ver una persona allí. Era un viejo. Sentado en una mecedora. A la vuelta de la esquina. Hamacándose y mirándome desde que me asomé. Como si me esperaba.
Me dijo: vos no tenés que estar aca.
No pude contestarle nada. Quizás tenia tanta razón que no valía la pena cuestionar y menos discutir.
Subí de nuevo. Cuando mi cabeza sobresalió del nivel del suelo del anden, vi el tren. Pero con gente. Lleno de gente. Y con mas gente corriendo para subir desde él anden. Yo también corrí, y llegué antes que cerrara sus puertas.
Escarbé en la multitud interna de los vagones hasta llegar al pasamanos de un asiento. Estaba el señor de traje celeste.
Una pregunta señor... le dije: este tren para donde va?
El tipo me miro con tranquilidad y me respondió: ezeiza. Miré el reloj, había pasado mucho tiempo desde que salí de constitución. Que fue lo que paso? no se. Pero puedo jurar que mi vida se salteó un momento en el tiempo. O quizás en esa estación tan rara el tiempo pasa de una forma distinta...quizás solo me dormí. quizás...

Roy Martinez (www.cuentosyotrosyuyos.blogspot.com)