16 - Yrigoyen – El Principio de mi Final

_____Cuentan los filosofos y Poetas del Averno que en los inicios del Reinado de las Tinieblas, Lucifer no tenia forma de nutrirse de almas. Dios lo despojó de todo poder y su castillo fue cercado por legiones de Arcángeles.

_____El Arcangel Uriel, que bien se sabe siempre recorre la delgada linea entre el Bien y el Mal, dió a Lucifer una Pluma de Oro de sus Alas con el fin de que exista un equilibrio en el Universo.

_____Su odio sumado al celestial obsequio hizo de Lucifer un Ser Alado y poderoso capaz de abrir un portal entre su Fortaleza y la tierra, un portal por el cual ezbirros bajo su mando puedan escabullirse entre las multitudes y atraer almas perdidas.

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_____Era de noche, estacion Constiucion...quizás las 11, quizás las 12...el Vagón vacio, un silbato que suena, un chirrido y la puerta que se cierra.
El tren arranca y noto que realmente hay alguien mas en el vagón, cinco butacas mas allá había un Panchero sentado...La mirada fija en un punto...

_____Debo confesar que hace mas de diez años que viajo en el tren pero nunca habia visto un panchero saliendo de Constitución. Los parroquianos que frecuentan esta catedral del amontonamiento de gente y mal humor nunca le prestan atención...o fingen no hacerlo.
Siempre salen de los vagones segundo antes de que ésto se cierren, con una exactitud casi imposible. Un anciano ebrio me contó una vez que uno estuvo a punto de quedar atrapado...todavía tengo grabada su cara de pánico...

_____Continuo mi relato con el tren llegando a Yrigoyen...Querido amigo lector, nada en lo absoluto podia prepararme para lo que vi en esos momentos.

_____Las puertas se abrieron pero, como siempre, nadie bajaba ni subía en aquella sombría estacion...una estación que hasta aquel momento creía inútil...
Un viento gélido congeló mis sentidos...El Panchero dejó de serlo para convertirse en una sombra, Las luces se apagaron al igual que mis latidos y el resto del relato no se si es realidad o Pesadilla.
La piel era desgarrada de mi ser, una legión de sombras salian del tren e ingresaban en el Satánico Tunel de la estación. Gritos espeluznantes y olor a azufre copaban el aire...Cada una llevaba un caldero con almas, yo era una de ellas.

_____Le Juro querido amigo lector...Le juro que pensé que era Fantasia. Una obra Mitológica quizas, pero no...Hay demasiadas señales para que se traten de meras coincidencias o caprichos del destino.
No trate de pensar dónde me encuentro en este momento. No trate de ver mas allá de mis palabras. No intente adivinar las torturas por las cuales estoy pasando en este momento.

_____Hay muchas Personas que trataron de dar señales. Personas ignorante que hoy sufren su equivocación...personas que se atrevieron a desafiar esa Estación.
Héroes por los cuales hoy puedo confirmar que El Portal Al Infierno se encuentra en la Estacion Yrigoyen.


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_____El Arcángel Sombrío

15 - Yrigoyen, el principio del fin….

_____Jamás me pregunte que podía pasar por ahí…
_____Solo veo nuestro triste riachuelo, abandonado, como si fuera la reencarnación de algún tirano de una vida anterior que fue castigado en este presente, no se…
_____Se que hay algo debajo de allí, una ciudad, un pueblo, una nada o simplemente una estación que recuerda que en algún momento hubo una vida de esfuerzos y trabajo.
_____Nos recuerda a aquel caudillo que supo ser considerado un traidor, un perezoso, un líder, un reformista… solo va a depender de la dirección en la que viajen tus ideas…
_____Pero para otros solo es el comienzo del fin… el fin de nuestra travesía que encaramos todos nuestros días, sin preguntarnos que historias deben de quedar guardadas en esas vigas, en esos rieles, en esos andenes de cemento, abandonados a la orilla del barranco… esperando nuestro destino tedioso, esperando con nuestros pies entumecidos, fríos y doloridos, como si nos pidieran un respiro que solo podemos darle después de Yrigoyen…
_____Mira un poco más allá y preguntate si solo es un punto entre Avellaneda y Constitución o el principio de una historia que tal vez nunca tenga fin…..

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_____El rincón

14 - El hombre que bajó en Yrigoyen

_____Y un día surgió el hombre al cual este mundo nada podía ofrecerle. No apareció de la nada, si no que fue fruto del proceso que muchos deciden llamar vida. Cansado de ver como los mismo caminos llevaban a los mismos destinos, un día levantó la cabeza por arriba de las figuras que viajaban en el vagón y pronunció las siguientes palabras: -queridos hermanos, cuánto en común que tenemos y sin embargo que poco nos conocemos, día a día veo nuestras miradas esquivarse, día a día siento un poco menos que el anterior, sé que la gran mayoría entiende lo que digo, sé que la mayoría puede ver más allá de las palabras, y con eso en mente, no es su comprensión lo que intento atrapar sino su decisión. La mera conciencia de la situación atrapante en la que vivimos no es suficiente, la acción es la que separa a las estatuas de los hombres que quieren vivir. No busco formar una alianza o un partido, es la plena libertad la que nos llevará a estar juntos y no solo amontonados en el espacio. No busquemos mas significado allí donde solo hay pasado. Bien sabemos que la televisión no tiene nada que contarnos, y que el espejo es sólo un espejo. Sabemos tanto y a la vez sabemos nada. Tanto hemos avanzado para seguir parados en el mismo lugar. Querido amigo si mis palabras no encuentran hogar en su interior tal vez sea demasiado tarde, probablemente el mundo de afuera haya hecho nido en su cuerpo. Aunque no comprenda las palabras, memorícelas, repítalas, entiéndalas, hágalas tan suyas como esas que le enseñaron a hablar. Despoje todos los significados y encuentre nuevos lejos del diccionario de lo cotidiano, atrás de cada acción viven tantas razones como personas en el mundo. Estas son mis verdades, anhelo escuchar las suyas, no se haga esperar, no tenga miedo y recuerde que somos nosotros los que le damos sentido al mundo, no el mundo a nosotros”. Sin más, sonrió y se bajó en Yrigoyen.

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_____alejandro de largE

13 - Eterna Yrigoyen

_____Yrigoyen, cuánto dolor puede encerrar una palabra, como si cada letra hubiera sido construida con el único propósito de desgarrar la carne y entristecer el alma. 20 años pasaron, muchos inviernos fueron y vinieron para luego volver a venir, pero no nada ha cambiado. Te amo y lo seguiré haciendo. Llovía y me acuerdo, esas cosas no se olvidan, cada gota se hace memoria y se cuela de vez en cuando por los ojos en forma de lágrima, pero bien sé que es el pasado el que rueda por mis mejillas. Íbamos de paseo. Sonreías, parecías enamorada, pero no lo estabas y ese día comprobé lo equivocado que puede estar un sentimiento. Me pediste bajar una antes, en Yrigoyen, me dijiste que querías hablar. Que rápido se puede pasar de un estado al próximo. Creemos que el tiempo tiene algo que ver con las agujas, pero estamos errados. Ese día una nueva percepción del tiempo se abrió paso entre mis ideas. Ese día en el que tan segura declaraste no quererme más, el tiempo se transformó en otra cosa para mí. Ya no tenía nada que ver con las horas ni con los minutos. El tiempo hizo parada en Yrigoyen y allí se quedó. Ese día de 1988 yo cambié para siempre, me transformé en otra cosa. Te ví alejarte de la estación y te aseguro que cada paso hundía el puñal un poco mas adentro. Lloraba y llovía, casi como si el cielo quisiera esconder lo que sentía. Se hizo de noche y luego de día. Paró de llover. Quise escaparme pero Yrigoyen no me dejaba, Yrigoyen me hizo suya. Desde hace 20 años estoy acá, y temo que en 20 más también estaré aquí. Sentado en el banco, acostado en las vías, vagando por el andén y husmeando en los vagones. Para el observador desapasionado Yrigoyen es sólo una estación más, pero aquellos que acompañan la mirada con ideas, pueden ver y entender que en Yrigoyen el tiempo y el desamor caminan de la mano.

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_____santo caraX

12 - Yrigoyen/neyogirY

_____Los niños son los únicos que pueden subir y bajar en Yrigoyen. Lo sé porque los he visto correteando en el andén, yendo y viniendo mientras éste frenaba unos instantes; jugando a esconderse, creando cien veces su propio universo, personal y único; creándolo y destruyéndolo otras cien veces para construir otros, casi sin darse cuenta.
_____Desde aquel día en que decidí comprar un boleto a Yrigoyen ya no soy el mismo, ni volveré a serlo. Para ser mas exacto ya no sé quien soy.
_____Ahora entiendo perfectamente los gestos de la empleada de ferrocarriles con su mueca de pavor al mencionarle mi destino, su palidez repentina y el sudor que adiviné frío en su rostro.
_____Solo me dijo: Tal vez lo vea allí.
______Tal vez le respondí tan solo para parecer cortés, pues no entendí en ese momento a que se refería.
_____Desde entonces viajar en el tren es tenso y desagradable.
_____Trato de buscar una ubicación en el vagón que me permita disimular mi ilegal escrutinio de los pasajeros.
_____Juego a adivinar quien de ellos ha bajado alguna vez en Yrigoyen. Busco el terror en el fondo de sus ojos, quizás porque necesito compartir lo propio con otro ser humano. Otro…
Trato de volver atrás. Recordar como era mi vida antes de bajar allí. (Debo confesar que de todas las estaciones siempre ésta me llamó la atención por lo desolada, y evoco con nostalgia esa curiosidad ingenua y natural que me daba por observar a cada uno de los que descendían en un lugar donde solo se veía algún triste vendedor, y tres o cuatro perros lúgubres sin reparo del viento.) Me invadía una especie de desprotección al observarlos. Ahora creo que esa sensación era una premonición: Es factible que ya esté escrito quien tenga que bajar allí y que nada pueda hacerse para evitarlo.
_____Yrigoyen es un sinsentido. Es un truco endemoniado donde tiempo y espacio se desdoblan. Pero hay algo más. Algo horrible que es esa certeza terrorífica que sentí estando parado en ese maldito andén.
_____Algo así como haber descubierto una de esas verdades que no pueden explicarse con palabras. Empero, intentaré narrarles los hechos ahora que el tiempo transcurrido me ha dado cierto entendimiento del asunto.
_____Inmediatamente descendí del tren, y casi como un acto reflejo me volví para verlo arrancar sin mí... (pudo ser un repentino arrepentimiento.)
_____Al volver la vista me vi a mí mismo dentro del tren. Era yo: con mi misma ropa, con mi propio portafolios, mirando a la nada, pero dentro del tren. Y el tren se fue.
_____Un terrible, indescriptible escalofrío me recorrió, y desesperado tuve miedo de tocarme a mí mismo.
_____¿Quién era yo en ese instante, el que había bajado, si yo estaba dentro del tren que acababa de irse?
_____Es extraño. Porque ahora me veo siempre dentro del tren de las 17 hs. A veces luzco corbata y traje, a veces esa polera verde que compré en plaza Francia. Parezco distraído y alegre.
_____Me hago señas desde éste banco húmedo, diciéndome que acá estoy, que estoy en Yrigoyen, que muchos estamos aquí, esperando que nos veamos! Pero es inútil.
Pero soy yo el del pulóver verde, que rehuyo a mirarme en el andén. En realidad soy yo el que está adentro del tren: o no: No estoy seguro.
_____Creo que me estoy volviendo loco.
_____Cada vez que paso por Yrigoyen puedo sentir que alguien me llama, me grita, y vuelvo a sentir el mismo escalofrío.
_____Al intentar explicarle esto a la gente mas allegada, de mayor confianza, suelen contestarme que es imposible estar en dos lados a la vez.
“yo no estoy en dos lados a la vez.” Pienso, pero callo: Yo soy dos veces yo.
_____Lo que intento explicar es difícil de digerir y sólo pude interpretarlo al ver correr a esos niños.
_____Ellos son los únicos que aceptan sus múltiples yoes con naturalidad.
Y digo múltiples porque hay un detalle que tal vez hayan podido deducir solos: Yo el de Yrigoyen me veo al Yo el del tren con gesto distraído y alegre. Cosa imposible puesto que el escalofrío y la náusea que padezco en ese instante en que frena el tren a esa altura, hacen que mi cara se descomponga en una espantosa mueca.
_____Por lo tanto, el señor distraído y alegre, soy yo, pero no soy yo éste yo, ni el yo del andén….
_____Hay sólo una cosa que aún no logro terminar de esclarecer, y es por qué un suceso de semejante calaña podría suceder en una estación sin importancia como es Yrigoyen. A lo que sólo es posible atribuir esa peculiar cualidad que tiene la naturaleza para manifestar su grandeza en los lugares más insólitos, remotos e inesperados. Las cosas más alucinantes, más extrañas, pasan en los lugares más insospechados, aquellos que no ostentan, que son oscuros y humildes. Sabido ya es que las verdades no se exhiben en los stands de los shopings.
_____Será una burla de la vida, contra los falsos dioses de este siglo.
_____Tal vez Yrigoyen sea un espejo insoportable donde todos nuestros yoes coartados nos griten.
_____Tal vez hagamos bien en matarlos y enterrarlos ahí ya que nadie sospecharía nada.
_____Tal vez ya lo hayamos hecho.

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_____Sicorax

11 - A mí, Yrigoyen me la contaron

_____ Empecemos por sincerarnos. La verdad es que nunca estuve ahí. No conozco sus andenes ni su desfile de vendedores de fantasías. Jamás crucé miradas cómplices con boleteros sorprendidos por mi osadía, ni desafié al tiempo ni al destino y mucho menos a la vida en un intento loco, desesperado y extrañado por pisar su sacrosanto suelo.
_____ Dicho esto, voy a sorprenderlos con una confesión: Conozco el secreto de Yrigoyen. Es el secreto mejor guardado de una ciudad que, cansada de no tener de qué reírse, se animó a desafiar a su triste y melancólico destino tercermundista y decidió reírse de ella misma, de su gente.

_____ Pero arranquemos desde el principio.


_____ Soy una eventual pasajera de la línea Mitre que une Retiro con Tigre y un sábado hace no tanto, me disponía a tomar el tren en la estación Nuñez con destino final: día de asado y sol a la vera del delta. Libro y bronceador en mano y ajena al mundo circundante me senté en uno de los bancos.


_____ - Piba, piba…! – alguien susurró muy cerca de mí. Con sorpresa di vuelta la cabeza y lo vi. Un anciano de esos milenarios: larga barba, ojos sabios y vestido con andrajos. Estaba sentado contra una de las rejas a escasos metros de mí, por lo que me extrañó no haber notado su presencia antes.

_____ - Tengo el mapa para entrar, - me dijo.
_____ Lo miré. - ¿Me habla a mí?, - le pregunté extrañada y convencida de que el mensaje tenía un destinatario diferente.
_____ - Tengo el mapa para entrar, - repitió. - Para entrar a Yrigoyen, ¿no es eso lo que querés? – Dijo señalando el libro que yo abrazaba que no tenía nada que ver con ningún Yrigoyen, a menos que a Hipólito (necesité darle un nombre al anciano y me pareció que lo pintaba de cuerpo y alma) “El arte de amar” de Eric Frohm le trajera recuerdos radicales de tiempos mejores.
_____ - Yrigoyen??? El presidente???
_____ - No, piba, escuchame bien. Te digo de la estación, del tren…

_____ No tenía idea de lo que me estaba hablando. Ni la tuve hasta mucho tiempo después, pero lo miraba casi hipnóticamente y absorta en sus palabras.

_____ Escuché a lo lejos la sirena del tren que se acercaba. Como en una película, no quedaba mucho tiempo. Empezaba la cuenta regresiva. De repente, sentí la necesidad de que me contara todo lo que sabía de un Yrigoyen que no conocía y de un misterio y un mapa que me resultaban ajenos, aunque no sabía por qué; sin embargo, Hipólito parecía no notar el apuro, ni el movimiento de la estación, como si la ida y venida de los trenes fuera un acontecimiento tan cotidiano que casi le era indiferente.
_____ - Mirá piba, no puedo hablar mucho, aquí hasta las durmientes oyen. Sólo te puedo decir que no hay que ignorar lo que se presenta como obvio.
_____ Y dicho esto el anciano me hace un gesto señalando al vendedor de mentitas que se disponía a subir al tren que, a esta altura, ya entraba en la estación.
_____ -¿El vendedor? – pregunté - ¿Qué pasa con él?
_____ -Con ellas, - me contestó señalando el bolso lleno de mercadería.
_____ Miré al vendedor de arriba a abajo con mi mejor cara de incrédula y desconcierto y cuando volví a mirar a Hipólito, ya no estaba ahí. Todo fue cuestión de un instante. Corrí para evitar que el tren me dejara de pie, sola y desorientada.
_____ En ese momento no entendí lo que me había querido decir, pero hace no mucho me topé con el mito de la estación Yrigoyen y mágicamente todo encajó.


_____ La respuesta está ahí, en todos lados, en cada historia, en cada anécdota. Puede ser una lotería, pero está ahí, tan cerca, a sólo $1 las tres cajitas.


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_____ Andreuchia

10 - Yrigoyen, quiero bajar!!!

_____Siempre estuve en contra de los subtes. Me aterraba la idea de ese mundo sumergido en la ciudad, donde las cosas más horripilantes eran susceptibles de ocurrir…No es que yo sufriera de alguna dolencia claustrofóbica, pero el caso es que al bajar por esas escaleras me sentía cual Dante en su descenso al infierno.

_____Claro, el tren era otra cosa. Más que un medio de transporte, para mí era una invitación a la agradable tarea de la contemplación del paisaje, de los vendedores ambulantes, de mis compañeros ocasionales de viaje. Me resultaba fascinante observar a la gente al son del “quetrenquetren” e imaginarme en un solo segundo como serían sus vidas, si tendrían familia, trabajo, aficciones, si serían felices o muy desdichados. Y por supuesto que mis teorías eran firmemente creídas por mí…comenzaban como una simple cavilación de mi mente, para luego pasar a ser, la pura realidad y yo sentirme muy complacida de ser tan perceptiva.

_____Pero mi amor platónico con el tren, llegó a su fin una tarde de octubre. Nunca la olvidé, pero tampoco la compartí con nadie, quizás por miedo a que dijeran que había visto demasiados capítulos de “La dimensión desconocida” o “Cuentos asombrosos”. O tal vez, no lo conté con el afán de olvidarlo, guardarlo en mi inconsciente hasta llegar a pensar que solo fue un mal sueño. No lo logré…

_____Sucedió así: me dirigí a la estación de trenes de Constitución, para tomar un tren que me llevara a Longchamps. Luego de sacar el boleto, caminé hasta el anden 6. No había tanta gente como suele ocurrir otros días, así que me sentí afortunada de saber que tenía amplias probabilidades de conseguir un asiento.

_____ El tren hizo su arribo triunfal y subí. Me esperaba un viaje de larga extensión, así que me acomodé cerca de la ventanilla y saqué mis infaltables D.R.F. El tren arrancó.
Enfrente de mí había una viejita de mirada perdida. “Setenta y pico de años, viuda, seguro, algunos hijos, muchos nietos… pero seguro que la visitan cada muerte de obispo…”, empecé a conjeturar. Abruptamente el tren se detuvo sacándome de mi ensimismamiento. Miré por la ventanilla y noté que estábamos en la estación Yrigoyen, lo que me asombró porque para mi había pasado un buen rato desde que el tren había arrancado, y esa estación esta ahí nomás de Constitución. Mientras esperaba que el tren retome su marcha, seguí elucubrando sobre la viejita “maestra…debe de haber sido maestra de actividades prácticas…que materia inservible por cierto…si, pero tiene todo el aspecto…”. En un momento reparé en que hacia un buen rato que el tren estaba inmóvil. Volví a mirar por la ventanilla. “Yrigoyen”, leí en voz alta “que lugar más desolado” pensé. No había un alma. Pero eso no me importaba, el caso era que el tren estaba ahí varado y a nadie parecía preocuparle demasiado. Como si fuera una situación de lo más corriente. Me acerqué a un señor de bigote que ojeaba una revista, y en tono amistoso le pregunté “¿no sabe que pasa que el tren se detuvo tanto tiempo?”. Me miró como extrañado y no me respondió. Entonces, probé con la viejita, siendo maestra tenía que estar dispuesta a responder mi pregunta. Me contestó con alguna incoherencia que no entendí, y decidí esperar. Pasaron segundos, minutos, ¡una eternidad! Mientras, en la apacible Yrigoyen parecía no haber señales de vida. Ni gente, ni boletero, ni vendedores ambulantes, ni nada. Parecía abandonada, perdida en el tiempo, cuasi fantasmal. Consulté mi reloj y comprobé horrorizada que había pasado más de una hora de nuestra estadía ahí. Eso no podía ser normal. Mientras, a mi alrededor, la gente continuaba como si nada. Cuando ya me empezaba a desesperar, apareció el guarda para cortar los boletos. Lo llamé y le pregunté en un tono de pocos amigos, que era lo que pasaba que el tren estaba ahí demorado, que no podían jugar así con el tiempo de la gente, que… “Señorita, no se preocupe, hubo un desperfecto pero ya va a arrancar” me dijo de manera indulgente. Como ya me había dejado ganar por el fastidio, y mis ganas de llegar a destino se habían esfumado por la rabia, le dije “Mire, la verdad esto es una falta de respeto, yo me bajo acá y se terminó el problema”. El guarda me miró sorprendido. Después esbozó una sonrisa enigmática y me dijo “Acá no se puede bajar, y le pido que haga silencio”. Lo dijo con una firmeza que me hizo temblar. Traté de explicarle, que solo quería bajar para poder volver a Constitución. Todos los pasajeros me miraban como si yo estuviera pidiendo un despropósito. ¿Es que a esta gente no le molestaba estar detenida ahí sin ninguna escapatoria? El guarda se acerco a mí y me dijo en voz baja “En Yrigoyen no se baja, ni se sube, ni nada. Le pido que no haga más comentarios al respecto y aguarde como todos los demás”. Me fulminó con la mirada. Y sin más, se fue. Yo ya no entendía nada. ¿Cuál era el problema? ¿Estaba prohibido bajar ahí? ¿Por qué me pedía que me calle como si se tratara de un asunto delicado? El tiempo seguía pasando y lo que más me exasperaba era que la única desesperada era yo. Era ridículo, no podía estar pasando esto, debía ser un sueño. Intenté abrir las puertas, pero fue imposible. Quería llorar, pero no me salían las lágrimas. Me senté totalmente abatida. Me pareció que pasaban siglos, que el día se hacia noche y la noche día. Cuando creí que ya nada me iba a salvar de ese infierno, el tren arrancó. En la siguiente estación el tren se detuvo y abrió sus puertas. Era de noche. Bajé lo más rápido que pude, tomé un remis y volví a mi casa.

_____ No pude encontrar una explicación racional al misterio de…bueno, de esa estación. Por las dudas, desde ese día, no volví a pisar un tren. Nunca más. Ahora, solo me dirijo a lugares adonde llega el subte…

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_____ Lupe.

09 - Yrigoyen; un encuentro soñado

_____El 11 de Abril del 2002, me había tocado el turno noche en el trabajo, es un horario bastante complicado, yo salgo a las 22:30 hs desde Av. de Mayo y tengo que llegar 22:45 hs a Constitución sí o sí, porque a esa hora se me va el último tren a Glew.

_____Fue terrible llegar a Constitución esa noche, llovía torrencialmente, y encima, la gente que viene de trabajar está como loca, lo que importa en ese momento es llegar a casa como sea.

_____Me acuerdo que llegué a Constitución y me encontré con un panorama que jamás había observado; no paraba de llover desde hacía horas, hasta había algunos andenes que estaban inundados, parecía que no había techo, de como caía el agua...

_____Mi reloj marcaba las 22:43 hs, el tren estaba a punto de cerrar las puertas, y yo corriendo en medio de las goteras que parecían cataratas!...

_____Apenas subo al vagón, busco el asiento más cercano, digamos que tenía para elegir, porque no había nadie en todo el vagón, así que, mojado como estaba me senté, el tren arrancó y paró de repente, no habrá hecho ni diez metros, por un momento me preocupé, era raro que suceda algo así, pero estaba entretenido tratando de escurrir mi pulóver; unos minutos más tarde el tren arranca, apenas sale de la estación de Constitución, se ven una serie de relámpagos que parecían caer a metros de mi ventanilla, junto con ellos, imaginen los ruidos de esas caídas, parecía una guerra!... De repente el tren comienza a bajar la velocidad de su marcha y unos ruidos metálicos, como de fierros que se rompen se empiezan a escuchar, provenían de abajo del tren, yo los escuchaba como si el piso en donde estaban apoyados mis pies se fuese a quebrar… El tren siguió con esa marcha lenta hasta que llegó a la estación Yrigoyen, me acuerdo que apenas frenó, al abrir las puertas el cielo pareció caerse a pedazos. Cayó un rayo tan grande que jamás podría describirles el temblor que causó, cerré los ojos y cubrí mis oídos con las manos, no recuerdo bien, pero tengo el recuerdo de que cuando abrí los ojos, todavía seguía viendo ese destello blanco grabado en mis pupilas, me sentía como si tuviera los oídos tapados. Pasaron unos segundos y las puertas del tren seguían abiertas, me parecía raro que el tren demore tanto, y más en una estación como Yrigoyen. Los segundos se hicieron minutos, y mi curiosidad aumentaba junto a mi preocupación, junté un poco de valor y me asomé fuera del vagón; ahí me di cuenta que algo raro estaba sucediendo, la verdad que entre la oscuridad de la noche y la lluvia tan fuerte no veía bien si aquello que estaba viendo era alguna especie de ilusión o algo así, pero… todavía tengo grabada en mi mente las imágenes de aquel reloj iluminado por faros de noche, el cartel del nombre de la estación estaba reluciente, estaba nuevo, sus letras blancas sobresalían en la oscuridad de la noche, las columnas, me sorprendieron por su tamaño y decoración, estaban sosteniendo el techo que cubría toda la estación, los bancos de madera, al estilo Rococó, pintados de blanco, con detalles en bronce… esa estación no parecía la Yrigoyen que veía todos los días… sino aquella que fue inaugurada por los años 50. La verdad que no comprendía lo que estaba viendo, en ese momento juro no haber sentido ni la lluvia, ni el frío… era demasiado extraño, observé el tren, y vi que aquel tren eléctrico al que había subido hacía minutos, ahora era de aquellos que funcionaban a vapor, con esas grandes puertas de metal negro parecía fundirse con la oscuridad de la noche… Escuché una voz, era de un hombre, tardé unos segundos en darme cuenta de dónde provenía, hasta que lo pude divisar ya que estaba dos vagones más adelante; era el guarda supongo, era un hombre alto, de gran contextura, estaba con un gran sobretodo negro, y un gorro, en una de sus manos tenía un silbato, por un segundo se vino a mi mente el recuerdo que tengo desde chico, de mi viejo, él era guarda de la formación 3852 en el año 1952, jamás lo pude ver… digamos que ni una palabra pudimos cruzar; el falleció en un accidente cuando una noche la formación descarriló y volcó. Yo cumplía dos años de vida cuando ocurrió el accidente, fue bastante complicado pasar toda la vida con el recuerdo del accidente en cada cumpleaños; y más duro fue vivir sin la figura de un padre... qué lindo sería poder escuchar su voz aunque sea; según mi madre, él me decía “Tanito”, porque decía que tenía la cara igual a la de mi abuelo. Suena el silbato, yo estaba parado bajo la lluvia, casi como inmóvil, en mi cabeza no parecía tener ningún pensamiento, era como que estaba vivo del alma nomás; el guarda vuelve a sonar el silbato.. yo seguía inmóvil, hasta que grita: Vamo nene!! Entrá!.. yo tomo la manija de la puerta y pongo un pié dentro del vagón… el guarda vuelve a gritar: Vamo!! Vamo!! Que tengo el cumpleaño del Tanito, no tengo toda la noche para vos!!... las puertas se cierran, cuando reacciono se escucha un trueno que me ensordece terriblemente. Abro los ojos, estoy tirado en el piso del vagón… el tren arranca, a través de los vidrios de las puertas, miro cómo pasa delante de mí el cartel de Yrigoyen, nada mas que ahora lucía como siempre... abandonado.

_____ No sé que sucedió aquella noche, pura imaginación, habré alucinado, habrá sido el cansancio... cada vez que cuento esta historia prefiero decir que lo que ocurrió esa noche no fue más que un encuentro soñado...

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_____ Milvoces

08 - Yrigoyen, otra vez

_____Tranquilo… despertá, respirá.

_____Abro los ojos, encandilados con el brillo del sol de la mañana, que se cuela por entre las ventanas de un tren abarrotado de gente. ¿Es esto morir? Me encuentro sentado. A mi lado un señor de traje lee el matutino. En frente, dos viejitos conversan sin hablar. Dolor en el cuello, en la espalda, en el resto del cuerpo. Reconozco el paisaje. Inmensidad.

_____Alzo la vista. El murmullo lejano pero constante, no da lugar a palabras. No me animo a preguntar ni mucho menos pretendo saber. ¿Dónde estoy? De repente, el tren que a su apurada marcha viajaba en dirección desconocida, comienza a desacelerar su paso, con intenciones de detenerse. El esfuerzo es mínimo; lo logra. Las puertas se abren de par en par. Las almas desesperadas del exterior, se apabullan en el intento de colarse en los huecos que las almas del interior dejan. Pocos lo alcanzan.

_____Solo me limito a observar. Afuera, un cartel: “Avellaneda”. Suena a lo lejos un silbato. El sonido se pierde entre los gritos. La desesperación es mucha. Las puertas se cierran. El caos queda en el olvido y afuera, las almas excluidas me observan y se retuercen. Estremece el sonido del tren acelerando. La película vuelve a correr. Todo vuelve a la normalidad.

_____Supongo que entonces es tiempo de preguntar. Giro mi cabeza, y solas las palabras encuentran destino: “¿La próxima señor?”. El hombre de traje baja el periódico. Me mira. “Yrigoyen” dice, sin hablar. De pronto me ubico. Solo dos estaciones me separan de mi destino. Algo distante aún, pero cercano si se quiere.

_____Miro a través de la ventana. El cielo está casi nublado. Se filtran por entre las nubes, unos pocos rayos de sol que intentan penetrar mi retina. El brillo me lastima. Un poco de frío, nada normal. Pasan unos minutos, y el tren comienza a desacelerar su curso nuevamente.

_____Llegamos. Se abren las puertas. Ningún alma espera afuera. Nadie baja. Se produce un silencio que corta con el bullicio; se hace presente de una manera sumamente inquietante. El andén está completamente vacío. El cartel de Yrigoyen es símbolo de soledad absoluta. Suena el silbato. Las puertas se cierran, y entonces me relajo. Cierro los ojos. Poco a poco, el sonido del tren en marcha comienza a alejarse. Poco a poco, el murmullo se apaga. Reina en mí una paz interior indescriptible.

_____Tranquilo… despertá, respirá.

_____Abro los ojos, encandilados. A mi lado el mismo señor de traje aún lee el matutino. El tren comienza a frenar. De golpe, el cartel de Yrigoyen se hace presente. Me sorprende. Miro con extrañes, y estamos arribando a la estación. Llegamos. ¿Yrigoyen otra vez? Las puertas se abren. Nadie sube, nadie baja. Aún sin entender, sólo me limito a observar. Suena un silbato. El tren retoma nuevamente su curso.

_____Procuro entonces esta vez no dormirme. No me animaba a interrogar sobre lo que acabó de suceder. Refriego mis ojos y me es imposible comprenderlo. Afuera el mismo brillo del sol por la mañana. Seguimos, adelante. Pasan unos minutos, y el tren comienza nuevamente a frenarse. Llegamos… pero ¿Yrigoyen otra vez? Me exalté. Las puertas se abren. Nadie sube, nadie baja. ¿Cómo puede ser?

_____Miro al señor de traje que sigue leyendo su matutino como si nada sucediera. “¿La próxima señor?”. El hombre de traje baja el periódico. Me mira. “Yrigoyen” dice, sin hablar. Pero estamos en Yrigoyen. Acabamos de pasar por Yrigoyen. Otra vez. El señor vuelve a su lectura, yo permanezco inmóvil. El silbato suena de nuevo. El tren arranca.

_____No dejo de mirar al cartel de Yrigoyen alejarse. Vuelvo mi mirada sobre la gente, que ahora es más que antes en cantidad. El murmullo continúa. Nadie se ha percatado de lo sucedido, nadie lo ha notado. Me tranquilizo. No puede ser real lo que acaba de acontecer. Pasan los minutos. El tren continúa su desplazamiento. De repente, comienza nuevamente a frenar. Por fin, llegamos… ¡No! ¡No llegamos! ¡No puede ser! El tren se detiene. El cartel de Yrigoyen yace a mi lado, presente, inmóvil. Me atemoriza. Las puertas se abren. Nadie sube, nadie baja. Seguro que ahora suena el silbato. Nadie hace nada, no puede ser.

_____Me levanto impulsivamente. Atropellando a quien tengo adelante, salgo por la puerta. A lo lejos veo al guarda. Suena el silbato. Las puertas se cierran. El tren se va. Las almas del interior me miran inquietadas por mi reciente actitud imprudente e impulsiva. Yo, quedo solitario en el andén y observo al tren marcharse.

_____Camino. Solo, muy solo. Me dirijo hacia un banco y me siento. El silencio es absoluto. ¿Yrigoyen? El cartel yace a mi lado, presente, inmóvil. No puedo siquiera mirarlo. El corazón me late como si se partiera en mil pedazos. Nunca había bajado en esta estación. Me extraña. Siento como si la hubiera conocido de toda la vida.

_____Me incorporo. Camino hacia uno de los extremos del andén. Observo, mudo, no emito sonido alguno. Camino hacia el otro extremo. Observo hasta el más mínimo detalle. Nada raro, nada inusual. Pasan varios minutos, largos, largos minutos. Qué lento que pasa el tiempo.

_____De repente, a lo lejos veo venir un tren. Su apresurada marcha disminuye a medida que se acerca. Me tranquilizo. Frena. Las puertas se abren. Nadie sube, nadie baja. No, yo subo. Me cuelo en los huecos que las almas del interior dejan. Logro alcanzar un asiento que misteriosamente se encontraba vacío. Suena el silbato. Las puertas se cierran. No puedo dejar de mirar por la ventana, temeroso, el inquietante cartel de Yrigoyen que se aleja a medida que el tren avanza.

_____Me relajo. ¿Habrá sido solamente un sueño? ¿Un espejismo? Miro a mi lado, una cara se esconde tras un periódico. En frente, dos viejitos conversan sin hablar. “¿La próxima señor?”. El hombre baja el periódico. Me mira. “Yrigoyen” dice. Me inquieto. Empiezo a gritar. Algo raro le sucede a mi voz. No tengo voz. Grito, pero no hay sonido alguno. La gente a mí alrededor no se altera, no me escucha. Sin embargo yo pido a gritos que me dejen salir.

_____Llegamos a la estación. El cartel de Yrigoyen, otra vez. Las puertas se abren. Intento salir, intento bajar, pero no puedo; no puedo ni levantarme del lugar donde estoy sentado. Mis piernas no reaccionan, mi cuerpo no reacciona. Quiero moverme, lo intento, pero no puedo. Una vez más el dolor vuelve, en el cuello, en la espalda, en el resto del cuerpo; como vuelvo siempre al mismo lugar, al mismo momento, donde todo comienza, donde todo termina.

_____Tranquilo… despertá, respirá.

_____Abro los ojos, encandilados. ¿Es esto morir?

_____

_____
_____Rober Sant
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07 - Yrigoyen... maldito yrigoyen

_____Veamos... siempre escuché hablar de agujeros negros, de lugares fantásticos, de magos y brujas, pero nunca escuché sobre una estación de tren que cause tanto misterio como es el caso de Yrigoyen.

_____Leí cosas que me empezaron a llamar la atención, relatos de varias personas que por distintos medios trataron de relacionarse con la estación, y que por diferentes motivos no pudieron hacerlo. Así que un día me decidí y me fui a investigar un poco este fenómeno de ladrillos y cemento.

_____Tomé el tren en Turdera y empecé a descontar minutos de viaje. Por cada estación que pasaba crecía un poco la fuerza de los latidos dentro de mí. Ya por Lanús empecé a sentir una sensación rara y un sudor que empezó a humedecer mis manos. Gerli. Avellaneda. El momento de la verdad: Yrigoyen.

_____Se abrieron las puertas y bajé sin problema. Miré a la derecha, nadie, izquierda, nadie. Estaba sólo en medio de una inmensa plataforma. Nadie subió al tren, nadie bajó. Se cerraron las puertas. El tren se fue y yo todavía estaba en los mismos centímetros de cemento. Me animé y empecé a caminar. Se escuchaba un lejano bullicio de autos, camiones, bocinas, voces, pero todo muy lejano. Muy lejano. Apagado. Empecé a vagar por la estación tratando de buscarle algo raro, algo de que hablar cuando volviera a la civilización, pero nada aparecía. Rejas, caños, escaleras... nada parecía ser diferente a... una estación de tren. Bajé por la escalera. Un poco de mugre en los recovecos de los escalones. Nada.

_____Llegué abajo y estaba oscuro. En una punta una luz parpadeaba. El sol se escondía y empezaba a costarme ver las cosas. Busqué una salida. Nada. Las pocas ventanas que había empezaron a teñirse de negro. Caminé en círculos un rato, empecé a alterarme, a preocuparme, ya no sabía donde estaba la salida. Más oscuridad. El sol se había ido, lo imaginaba. Comencé a sentir cosas que me agarraban los pies, que no me soltaban, empezaron a agarrarme la camisa, el bolso, a rasgar la ropa. Yo no veía nada, pura oscuridad. Corría a ciegas en círculos. Chocaba de vez en cuando con una pared. Mi corazón latía a toda velocidad. Logré soltarme de las garras. Transpiraba. Me sostuve de una pared para recuperar mi aliento, las piernas me temblaban. Descubrí ojos por todas partes, me miraban, enojados. Volví a correr chocándome con todo. Saqué mi celular apurado que se me resbaló de las manos y cayó al piso. Me agaché con cuidado y tanteando el suelo, lo encontré. Más desesperación. Los ojos volvieron a aparecer, esta vez con rugidos. Vi dientes. Me dispuse a marcar. Maldito aparato inservible, no tiene crédito. Reparé en la pequeña luz que salía del celular y traté de usarla para ver algo, para ver de dónde provenían esos colmillos. Nada. Moví para todos lados la luz buscando y nada. Llegué a una pared, parecía el comienzo de un túnel, lo seguí. La luz del celular se apagó y quedé nuevamente en penumbras. Las paredes empezaron a temblar, miré para atrás y vi a lo lejos esos puntos amarillentos que me miraban atentos. Polvo por todos lados, ruido. Mucho ruido. Silencio. Un pitido me rompió el oído. Empecé a correr por el callejón. Se apagó la luz del celular y choqué con algo parecido a un pilar, creo, se vino abajo. Todo tembló, piso, paredes, techo, yo. Unas cuantas piedras golpearon en mi cabeza y parte del techo se vino abajo. Vi algunas estrellas y el reflejo de algunas luces. Otro pitido ensordecedor. Ya mis nervios estaban al límite. Empecé a trepar agarrándome vaya uno a saber de qué. Sentí mis uñas lastimarse. Creo que mis manos sangraban. Llegué a la superficie y me encandilaron dos faros gigantescos. Entrecerrando mis ojos traté de entender qué pasaba, dónde estaba. Me paré y corrí mis últimos metros en un piso totalmente diagonal. Corrí. Llegué a la primera puerta del tren en donde un viejo puteaba a unos pendejos que trababan las puertas. Gracias. Una vez dentro me tiré contra una pared, lleno de tierra, con todas las ropas rotas.

_____La gente me miraba extrañada y no entendía que hacía un hombre de traje, retorcido sobre sí mismo en el suelo del tren. Una señora se levantó de su asiento y me ofreció su lugar. Levanté la cabeza y todo había cambiado, estaba limpio y mi ropa no estaba rota. Como si saliera de un trance miré para todos lados sin entender dónde estaba. La anciana volvió a preguntar. Le agradecí pero no me senté.

_____Las puertas volvieron a abrirse y toda la gente bajó.
_____Constitución...

_____Siempre escuché hablar de agujeros negros, de lugares fantásticos, de magos y brujas, pero nunca escuché de una estación de tren que cause tanto miedo como es el caso de Yrigoyen. Yo recomiendo que no vayan. Que si el tren para, giren la cabeza o mejor..., cierren los ojos. Que no busquen entrar, porque no podrán salir.

_____Lo mío fue un milagro, y no sé si se volverá a repetir.

_____

_____Aeromartin


06 - Y? rigoyen

_____El tren y esos ojos cegados se acaban de ir.

_____Un cartel en un andén, un nombre lleno de mística, yo, ¿alguien que me diga como se sale de aquí? Que vá, al parecer, ningún obstáculo que me lo impide.

_____Al parecer.

_____El suelo está en su lugar, lo demás también. Es raro, no hay nadie. Me lo advirtieron. No parece como es pero es como parece, o mejor dicho, o pensado, si…mejor pensado, no parece ser como debía pero es como parece que debería ser. El ciego tenía razón, es peor la noción del hecho que el hecho en sí, o en este caso el lugar, si, este lugar.

_____Raro, no es como era hace un rato mientras pensaba esto, es como si fuera otro lugar, ¿quién fue que dijo que Yrigoyen es como un no lugar? No se percibe así, es claro que este lugar existe, aquí estoy yo, y yo existo, ¿yo existo? Bueno, viajando en tren es dudoso asegurarlo pero en subte es peor, que se yo, ¿esos cables estaban cuando bajé? Lo único seguro en el paisaje de este sitio es que no hay ningún otro ser vivo más que yo, a menos que por esos cables corra un flujo constante de electrones que unido uno tras otro den en resultar la electricidad (y eso si la consideramos una fuerza viva).

_____La misma que tiene este lugar, pues yo no tengo restricción alguna para moverme y sin embargo ni lo intento ¿hacia dónde confluyen las fuerzas en Yrigoyen? ¿Tendrá polos esta estación? Debe tener un norte y un sur seguramente. Un babor y un estribor ¿no? Me fijo, camino un poco hacia ambos lados.

_____Bien, no puedo aseverar que Yrigoyen tenga un delante o un detrás, ni un frente o un dorso, pero estoy casi seguro que es más larga que cuando bajé. Sempiterna se la siente, pero sin principio…¿Yrigoyen tiene antes y después o es el tiempo mismo? ¿La intersección de todos los momentos? Calculo que a Borges o a Proust les gustaría sentarse un rato en este andén. A mí no sé, estoy como decepcionado… ¿de la estación? ¿del mito? Creo que mas bien de mí ¡no puedo quedarme sin probar algo más! ...ver, por ejemplo, más allá de esas columnas. Si, ahí voy, que tanto, si Yrigoyen no va a la leyenda, ¿pasto? pasto, ok, nada extraño, abajo hormigón, arriba un techo laaaaaaargo como la longitud de los trenes, y eso que estos – el que me trajo hasta aquí sin ir más lejos – no tiene vagón comedor, o buffet, ni balconada al final, ni olor a noche en el campo, ni me marean siquiera. Este páramo tampoco pero sin embargo mete miedo con esa especie de rara inminencia que emana.

_____Si este testimonio llegase a algún lado carecería de utilidad, o de validez mejor dicho, porque no es que no quiera meterle leña al asunto, ni mandarme, por así decirlo, una de Lovecraft o de Poe, pero es que aquí no hay mayor sensación de temor que una abstracción. ¿No hay (justo ese ruido al pensar esto) monstruos en Yrigoyen? Qué ironía esta estación.

_____Silencio.

_____Y qué grande es, de afuera no parece tan grande, de afuera sería desde adentro del vagón, porque para ver Yrigoyen por fuera hay que estar dentro. Y para estar dentro hay que salir de aquel otro adentro - que nada tiene que ver con este - y mirarse casi desde afuera, porque así como hago yo, no se ve nada. Nada relevante. Vías, muchas vías, largo andén, y otro, vías, caños, y otro, cables ¿más cables?, bancos, murmullos de estación, y eso si, una extraña noción de que algo va a ocurrir, son las ¡¿qué hora?! ¿bajé antes? ¿eso fue un gato? A ver, sin temor (vine armado, los otros dos me previnieron, tengo mentitas) mishhhh, ntchee, ntchee, ntchee, ntche ntch. Lo corro. ¿Era un gato, o algún extraño ser inclasificado que sólo habita en las adyacencias de Yrigoyen? Un gato puede ser, ¿no son ellos acaso las mascotas domésticas más insondables? No sé si ese era uno. Tampoco sé si aquella figura lejana es ¿una persona? ¿Otro imprudente perdido en este abismo del tiempo o un ente endemoniado que viene a empujarme – vaya a saber de que forma - a perdurar en este muelle del infierno?

_____Debe ser mi imaginación, sí, quizás así opere la magia negra de Yrigoyen - ¿o es esa inminencia un advenimiento de humanidad?. Pero no, no puede ser, movida por exóticas fuerzas mi cabeza intenta dibujar figuras en el horizonte y hasta cambiar el color del cielo. El gato sí era un gato pero esa silueta que camina hacia aquí no es un ser humano, no ¿o es un boletero? ¿es un boletero un ser humano? ¿alguien dijo que había boleteros en esta estación? ¿murmullos había dicho? ¿cuántas preguntas me hice hasta acá?

_____Ahora este personaje es secundado por otro, y otro. Iría a ver si es cierto lo del boletero si no se me estuvieran acercando, la verdad, tengo miedo. Es como si el (¿los?) techos se hicieran más cortos con la presencia de estas sombras nefastas, porque no son más que eso a esta distancia, y la verdad es que ya no quiero saber si Yrigoyen es mito o no. Consensuemos esta realidad, era todo cierto ¡quede registro de que Yrigoyen está maldita! A no bajarse, la vida no vale $0.50, la muerte menos.

_____No sé porque nombré a la muerte, pero creo que son muchos, unos veinte, vienen hacia acá despacio, la estación es más grande, no me jodan, no era así, y el andén está más chico. Creo que no pueden verme ¿y esas puertas? ¿estaban? Da igual a esta altura, me siento como desnudo en un sueño de esos que tenés los pies lentos y pesados, esos donde el aire es denso y traspasarlo es como nadar en un mar de plomo.

_____Si llegara el tren o si ese gato fuera Battle-Cat…no hay ni banco donde meterse debajo, están tan cerca aunque parezca que aun no registran mi presencia (son más que veinte), ¿no hay donde esconderse en Yrigoyen cuando la muerte acecha? El cartel, sí ¡el cartel!¿Dónde estaba? me vieron, ¿me vieron? ¿en qué andén quedé al final? ¿ven algo? Son personas. Son cientos de ¿personas? Están cerca, ahí suben al andén por la escalera, el tren no va a venir, están cerca y no va a venir…yo subo al cartel, ellos suben por la puert…¡se ve una calle! Hay una avenida ahí detrás! Hay avenida, hay salida. Señores: Yrigoyen tiene entrada y salida, y tiene quien lo cuente, si! no existe lo indecible: ese seré yo, y no desde acá subidito al cartel como estoy, sino que cuando hayan pasado, sigan subiendo sin verme…si eso, eso, denle, despaaaciiiitoooo, asiii, cuando se hayan ido, yo no estoy eh, no existo, nunca he dicho tal cosa. ¿Qué pasa, es que no van a hacerme daño ni convertirme en uno de ustedes? No existe lo infinito, ok, cuando se hayan ido, decía, estas…¿personas comunes y corrientes? Bueno, cuando se los lleve un tren fantasma o simplemente se esfumen dispersándose en el aire, o vaya a saber la forma que elija esta estación para quitármelos de la cabeza o bien de encima, sencillamente ahí, le doy la vuelta a este cartel, me bajo, (si me tocan puede que quede varado para siempre aquí), no existe lo imposible, me bajaré y caminaré felizmente hacia esa avenida, me agarro de acá, con cuidado de no caerme sobre todos estos autómatas imbéciles, que ni ven lo indecible, lo infinito, ¿lo imposible dije? El cartel dice: Temperley.

_____

_____Adán Tesler

05 - Yrigoyen ¿qué?

_____Recordé lo que me habían dicho y lo hice. Eran las 3 de la tarde y con paso seguro caminé hasta la boletería nro. 5. Llegó mi turno. Deslicé las monedas, y entre ellas unas pastillas de limón. El cajero me miró. Yo puse mi mejor sonrisa cómplice. Algo en sus ojos me dijo que lo había entendido.

_____Se alejó y unos segundos después me entregó un boleto muy pequeño.

_____Era amarillento, pero creo que por lo antiguo. Impreso en letra gótica decía “Yrigoyen nro. 00012”

_____Lentamente crucé la estación, con el boleto resguardado entre los dedos de mi mano izquierda y la vista clavada en el acceso a los andenes. Extrañamente toda la estación se interpuso frente a mi objetivo. Uno tras otro, vendedores de ballenitas, predicadores paganos, niños malabaristas y madres primerizas me impedían llegar.

_____Uno tras otro se paraban frente a mí, frenando mi andar decidido. Yo los evadía con excusas cada vez más absurdas. Se alejaba uno para que llegara otro, alejándome del andén.

_____No sé bien como, pero repentinamente estaba corriendo, huyendo de ellos, cada vez más cerca de los trenes.

_____Impaciente miré mi reloj, miré la cartelera. Solo me quedaban 4 minutos. Los guardias cortaban los boletos tomándose su tiempo... tiempo que yo no tenía.

_____Alienado en su trabajo, un hombre tomó mi peculiar boleto sin mirarlo, e intentó cortarlo. El papel opuso resistencia. Fue ahí que lo miró.

_____Me miró. Lo miré. Volvió a mirar el boleto y a su compañero.

_____Le murmuró algo al oído y éste me miró. Se acercó y me dijo: “¿Está segura?” La pregunta me desconcertó, pero no podía perder más tiempo. Asentí con la cabeza.

_____Subí al tercer vagón y me senté en la ventana, al lado de la puerta. Frente a mí un muchacho lánguido miraba sus manos. Yo hice lo mismo. El tren arrancó. Hasta salir de los techos de la estación, quedamos en penumbras.

_____Afuera, la luz del sol me cegó. Cerré los ojos. En mi mente permanecía la imagen de sus manos. Abrí los ojos y él seguía con la mirada en sus manos. Tenía un pequeño boleto amarillento. Busqué en mi bolsillo ese pequeño objeto y tímidamente lo expuse en mi mano. El lo vió y me sonrió. Un resplandor iluminó sus ojos.

_____Le devolví la sonrisa.

_____Solo conocía su mirada, pero sabía que nos conocíamos, que éramos parecidos, que pensábamos igual.

_____El tren avanzaba. Un rayo de sol golpeó mi cara y no tuve otra opción que taparme los ojos. Los abrí inmediatamente. Quería hablarle, pero él no estaba ahí... el boleto sí. Las puertas se cerraron.

_____Nunca supe cuando nos detuvimos ni cuando él se bajó.

_____Miré por la ventana y ahí estaba el cartel de “Yrigoyen”. Al lado estaba él, mirándome partir.

_____Siempre sentí que la vida pasaba en un tren y yo me quedaba viéndolo pasar. Ahora sé que me equivoqué.

_____Yo estoy en el tren, pero la vida está en Yrigoyen y yo me olvidé de bajar.

_____

_____Upper Pill

04 - Yrigoyen, vuelta por favor

_____“Quien no ha viajado en tren no ha vivido”, así dice el viejo adagio.

_____Pero… ¿Qué significa esto? Como humilde respuesta puedo ofrecerles mi historia ferroviaria, poco menos que interesante.

_____La historia se desarrolla en diferentes lugares (como es de costumbre en toda historia de viajero), pero comienza en Constitución luego de unas gambetas a piqueteros y la obtención de cierto “pasaje”.

_____Tras arduos minutos de indecisión sobre qué tren tomar, resigné mi decisión pensando que cualquier tren me llevaría a donde quería ir… un poco por fatalista, un poco por viajar hasta Temperley.

_____Siempre había imaginado como sería el viajar sin boleto, desafiar todo orden cósmico y tal vez, solo tal vez, sobrevivir. Esta no sería mi oportunidad, el boleto ya lo tenía, y qué iba a hacer… ¿tirarlo? “No” pensé, y caminé por los vagones en busca de un asiento en el cual posar mi humanidad. Recorrí un pasillo con asientos de gente dormida, divertida, indiferente y hasta enamorada. El primer vagón quedó atrás.

_____El segundo vagón no trajo muchas más sorpresas, pero sí el canto de muchachos con guitarras y panderetas. Pasé como pude entre ellos dejando una moneda en un viejo sombrero negro mientras el de la pandereta hacía una reverencia artística.

_____Tercer vagón. Comencé a sentir los ojos de la gente mientras avanzaba con lo que simulaba ser un paso decidido. Divisé un asiento al final del pasillo, no era nada prometedor pero era el único vacío, así que me lancé a dar pasos más largos y firmes, al menos viajaría sentado. No, no podía ser, un hombre había entrado por la última puerta del vagón y ahora estaba delante de mí. “Tranquilo… tal vez no lo vea” me repetía cuando el hombre se sentó, al tiempo que saboreaba su victoria: “aahhhh”.

_____Ya casi llegando al final de los primeros cuatro vagones y sin más puertas conectoras oí un sonido, al principio pensé que me chistaba algún conocido, pero luego caí en la cuenta de que era el mismo tren riendo y cerrando sus puertas.

_____No era posible, mi día hasta ese momento había sido pésimo, mucho viaje y poca morocha de mirada profunda; subtes que dejan sorderas; ningún asiento; y para colmo, aventuras perdidas por sacar boleto. “De ninguna manera esto puede quedar así” me dijo alguien que era yo mismo, “dale… animate, vos sabés que podés” seguía arengando. Me decidí, traqueteo y bamboleo, bamboleo y traqueteo, Yrigoyen se acercaba; al principio estaba sólo en esa puerta que nadie nunca puede abrir, luego de unos minutos éramos varios… miradas ansiosas, talones que se elevaban del piso a modo de precalentamiento, y también estaba el que pretendía no temer.

_____“Yrigoyen, llegamos… es ahora o nunca”. De vuelta el chistido burlón del tren y la avalancha. Somos tres los aventureros; al principio camino, como con aire de quien domina la situación; pasan los segundos; gotas de sudor que corren tímidamente por mi frente; acelero el paso, “apurate que no llegás”. Recobro la confianza y sigo mi camino, de pronto, la perdición; se oye el mágico canto de los vendedores, seres mitológicos que han quedado varados en viejas estaciones y seducen incautos anunciando precios de inframundo tales como: “Cuatro Titas por $1!!!”. No volteo, quien los siga ya no podrá volver… uno se acerca estirando un billete. Perdido.

_____Se oye un silbato y ya nada importa, hecho a correr; una vieja en el medio, la empujo, “disculpe señora, tengo todo por lo que vivir!!!”. Un salto, mi vida… estoy salvado. Jadeante y desordenado observo miradas inquisitivas sobre mi persona, el tren ríe, una risa dulce, las puertas se cierran y busco un asiento; me siento, cierro los ojos y callo por un minuto, recuerdo s incautos y viejas que ya no volverán.

_____El tren siguió y así mi vida, juré nunca volver a hacerlo, pero quién sabe… tal vez entrene en estaciones menos fantasmagóricas como Escalada, y luego intente pasar dos puertas.

_____No hay moraleja, mucho menos verdades, solo un consejo: si arriesgan su vida en Yrigoyen lleven siempre boleto y un topolino… entréguenlos al boletero y él les dirá una adivinanza, quien responda podrá contarlo.

_____

_____

_____M. Flores

03 - Yrigoyen ida

_____Nada de le pasó “a un amigo de un primo de un conocido de la facultad”, ni a “un primo hermano que no se si es primo”…

_____Esas cosas siempre le pasan a gente totalmente ajena, o imposible de localizar. En realidad, el problema es que siempre es el mismo tipo, con el que todos, por una extraña razón nos vinculamos. El primo de un amigo, es el mismo tipo que es el cuñado de la hermana del vecino de enfrente.

_____Ese cuñado, primo vecino, amigo hermano. Ese misterio, ese al que nunca nadie vió, pero que todos oyeron nombrar, nadie conoce, pero todos están seguros de su existencia, ese soy yo.

_____Como de costumbre, me subí al subte, línea B, con ese olor tan… tan a subte, crucé miradas con una mujer con la que imaginé casarme y tener hijos, pero que seguramente jamás vuelva a encontrarme.

_____Subí por el primer vagón, conciente de que me facilitaría la combinación con la línea C, cosa que posteriormente haría. Subí escaleras, caminé mentitas, gambetié pilas, ignoré estampitas y nuevamente escaleras. Subte.

_____Diagonal Norte, destornilladores, juego de revistas para pintar; Avenida de Mayo, más mentitas; Mariano Moreno, una morocha de mirada profunda, curvas pronunciadas; Independencia, un ciego con bandoneón; San Juan, mucho olor a subte; Constitución.

_____Salí del subte a paso acelerado, crucé la estación y pedí uno a Yrigoyen, el tipo me miró sin levantar la cabeza y musitó un "no escuché nada" y envuelto en un billete de 2 me dio un boleto a Avellaneda.

_____Tipo raro si los hay.

_____En el letrero decía que el tren salía a las 15:05 hs.

_____Llegué hasta el andén 6, algo apurado, donde salía uno a A. Korn.

_____En el apuro se me cayeron las llaves. Cuando me estaba levantando, un tipo se me acercó, y me intentó agarrar, creo que me quiso afanar, me sujetó, tenía pinta punga, desalineado, y feo olor, o con olor y feo, pero pude soltarme rápidamente.

_____Entré corriendo y la puerta se cerró, el tipo tironeó de mi traje, al igual que yo, desde el otro lado de la puerta. Exclamé un insulto, que hizo que varios se den vuelta, y logré liberarme, no sin antes dejar un pedazo de tela en sus manos.

_____Se lo guardó en el bolsillo.

_____Rondando la mitad del vagón, ví un asiento libre, lado ventanilla. Me senté, y el desfile empezó: revistas, cd`s, desocupados, ocupados, busca polos digitales, guardas y pungas latentes al asecho.

_____El tren arrancó y frenó de golpe y
_____todos hicimos un cabeceo de
_____hacia adelante, como coreográfico.

_____Una viejita sin dientes, pero con capelina mascaba saliva, era huesuda, expresiva, sonreía mientras pelaba el envoltorio de un caramelo (debe ser la misma que también lo pela adentro del cine, en la parte más interesante de la película). La cabeza de un borracho con la boca abierta y la bragueta en iguales condiciones flameaba al compás del vagón.

_____La puerta que une los vagones estaba abierta, la correntada de aire jugaba con una bolsa de supermercado.

_____Entrecerré mis ojos para sentir el viento en la cara, 3 minutos me separaban de mi destino.

_____3 minutos que fueron 5, luego diez, y no llegaba, pasaron 20, y no pasaba nada, empecé a dudar del paisaje, era como si siempre pasara por los mismo lugares, como en los dibujos animados.

_____Miré la hora, 15:48...

_____Hacía casi una hora que había dejado Constitución y todavía no estaba en ningún lado.

_____Que raro...

_____Miré hacia ambos lados y nadie estaba perturbado. Ni la viejita de sombrero de capelina, ni el borracho con la bragueta desabrochada, ni el vendedor de mentitas, ni el guitarrista que estaba por empezar su canción...

_____Me paré, miré a mi alrededor, estaba confundido, mareado, veía en cámara lenta, luego me desplomé nuevamente en el asiento.

_____Apoyé mi cabeza suavemente contra el respaldo y me relajé por unos instantes. Dejé que el viento acaricie mi rostro, y hundiéndome en el hipnótico sonido de las vías, constante y repetitivo, me dejé llevar por las suaves notas del músico que acompañaban el ritmo...

_____Al abrir los ojos, algo había cambiado. Pese a que la gente seguía su rutinario viaje, la viejita de la capelina con su arrugada sonrisa, me miró y me dijo – dale querido, hay que bajarse, esta es la última estación - miré a mi alrededor y el tren estaba frenando, habíamos llegado, Plaza Constitución.

_____El borracho estaba también confundido, pero creo que por obvias razones. La gente le daba al músico monedas y lo felicitaba, él agradecía a cada uno mirándolo a la cara y no a las monedas que le entregaban.

_____Casi llegando a la salida del andén, caminando en ese pasillo, en esa marea popular de ganado humano, escuché un ruido de llaves y miré para el lado de los trenes que salen.

_____Me acerqué... me ví a mi mismo, subiendo al tren, yo, instantes antes levantando las llaves del piso, casi subiendo al tren, era como ser espectador de mi propia vida, tenía al alcance de la mano cambiar algo, estaba nervioso, sudando nervios corrí, intenté evitar que subiera, forcejeé, pero no lo conseguí.

_____Me quedé viendo partir el tren, solo, en el andén, mientras algunos rayos de luz se colaban entre los agujeros del techo de chapa, eran como brazos que intentaban evitar mi partida, o caricias que consolaban mi llegada.

_____Creí que me había puesto desodorante-
_____pensé, y alcance mi nariz a la axila.
_____Creía mal

_____En mis manos, tenía el pedazo de traje. Me lo puse en el bolsillo; caminé unos metros y miré el reloj de la estación, 14:57.

_____Me fui caminando lento, escuchando el eco de mis propios pasos en la galería vacía de la inmensa estación.

_____Jamás me pregunten, olvídenlo, hagan de cuenta que nunca ocurrió, no vayan, no se arriesguen, desconfien del que les pregunte, que mi experiencia sirva de ejemplo, yo quise desafiar a Yrigoyen y perdí.

_____Si piensan que Yrigoyen esconde algo, no traten de buscarlo.


_____Sebastos

02 - Yrigoyen por favor...ida y vuelta

_____Juro que no creo en los fantasmas, soy una persona bastante racional, y me niego a toda clase de misticismo, pero en este caso y dadas las circunstancias debo reconocer que hasta hace poco, creía, no en un fantasma, sino en toda una estructura fantasmagórica, imposible de evitar. Estoy hablando señores de la estación del Tren Gral Roca, Hipólito Yrigoyen. Pertenecer tiene sus privilegios, y así como unos pocos sabemos lo que un “Capitan del Espacio” significa a cualquier hora del dia y del gusto que quieras, esos somos los mismos pocos que conocemos la historia que se teje detrás de esta figura que pretende ser solo una estación...y no lo es.

_____Cuenta la historia que un pobre pasajero enajenado quiso viajar hasta Yrigoyen y lo declararon insano de toda insanidad; y cuenta la historia que esos túneles que desde el tren se observan en los andenes, conducen pasajeros irreales de toda irrealidad, a dimensiones no menos irreales. Es como una gran puesta en escena que puede disfrutar el pasajero desde la gratuidad de una ventanilla, pero que en realidad no existe, y sino que alguien me diga cuanto sale el boleto hasta Yrigoyen si es macho?


_____Pero como aclaraba antes de mi biográfico relato, eso “ era” lo que yo creía, hasta que un día mi hermana se bajó en Yrigoyen, así como lo oyen y lo leen. Mi hermana, que testimonio más veraz que ese, para aseverarme la existencia de algo en lo que nunca creí, “para vos” dirá un lector medio impaciente (de los que siempre hay), y sí para mí, es veraz, que voy a hacerle? Lo peor fue enterarme que no solo la estructura existe y conduce a un lugar llamado Barracas (decepcionante no? esperaba mundos subalternos o universos paralelos, como mínimo!), sino que además tiene un boletero, medio zalamero que ha ejercitado tanto el arte del aburrimiento que ya se aburrió de sí mismo, y corta boletos, con la alegría lacrimosa de quien cruza una recta de llegada en una eterna maratón. Ese mismo boletero que al contrario de cualquier boletero en este planeta, extraña la gente cuando falta y vive a la espera de una frase salvadora: “Ida por favor” y quizás quién te dice, “Ida y vuelta”.


_____Que más necesitan para entender que esto es de la verdad más verdadera que hay, sí, ya sé, no me digan nada, el testimonio del boletero...será para un próxima entrega entonces.



_____Violeta Amore

01 - yRigoyen; por fAvor

_____Nos ubicamos en la estación de trenes de mayor circulación de gente en toda Latinoamérica. Un individuo de contextura media, zapatos, dos y un aire al andar de esos que son difícilmente asimilables y altamente factibles de olvidar al instante, avanza. Miles y miles de personas circulan por metro cuadrado por día, por hora, por minuto, por estación (invierno, verano, otoño, de esas digo; primavera sería la cuarta); cualquiera tan sólo puede registrar a aquellos que sobresalen por ser aparatos o figuras descaradamente contrastables de la masa cuasi uniforme.

_____En fin, este sujeto se acerca así como así a una de las múltiples boleterías provistas de personal expendedor de boletos justamente para que la gente pasajera con boleto en mano pueda ingresar al ferrocarril para luego de algunos o varios minutos llegar a la estación que haya decido bajar o alguna más adelante si es que dormido se ha quedado. Pero buen, el asunto es que esta persona próxima a ser pasajero por el sólo hecho de acercarse a una boletería con el ruido de algunas monedas chicas en la concavidad de su mano contraria a la derecha, sorprende al personal expendedor al recitar tres palabras a modo de indicador de estación.

_____Yrigoyen, por favor.

_____Si fuese una toma en alguna película sería un plano largo y pesado, no por la composición del encuadre sino por la no-acción dada por la mirada perdida del señor expendedor hacia nuestro sujeto no llamativo, hasta el momento.

_____Luego de algunos segundos como horas. Disculpe pero escuché mal. ¿A dónde es que va?

_____A Yrigoyen dije. Una estación nomás, creo.

_____No, no.. si si.. pero… Usted no entiende, no le puedo vender un boleto hasta Yrigoyen.

_____¿Y por qué no? Se aventura a preguntar el individuo del otro lado del vidrio.

_____Mire usted. Nadie viaja nunca a Yrigoyen. Le responde el señor detrás del vidrio; mirando desde el otro lado.

_____¿Cómo que no viaja nadie? Si el tren pasa siempre y para siempre por ahí…

_____Pero nunca nadie nunca se bajó ni subió en esa estación. ¿Se dió cuenta de eso usted?

_____Pero.. qué.. pero quié….

_____Es una estación de relleno, una obviedad de algunos planos, es más, en la nueva guía ya ni figura. Le puedo dar uno a Avellaneda y de ahí camina o se sube a un colectivo…

_____¿Pero que me está diciendo? Déme un boleto a Yrigoyen, un boleto a Yrigoyen, ahora, por favor, ahora…

_____Este… mmmm… no le puedo vender un boleto hasta esta estación…

_____Pero señor, no no, usted, no no, me voy a otra ventanilla…

_____No se gaste caballero, nadie aquí le venderá un boleto hasta ese lugar. Y es más, le recomiendo que baje la voz ya que es muy sospechoso que alguien pida un boleto hasta… bueno… Yrigoyen…

_____Escándalo con vidrio de por medio en una ventanilla de la estación de trenes más concurrida de Latinoamérica. Personal de seguridad que se aproxima al individuo alterado que, ahora sí, pasa a ser distinguido por sobre la masa relativamente quieta. La gente uniformada que toma al sujeto de contextura media y algunas monedas en su mano izquierda, la gente que hace que no existe una situación extraña a la rutina, el señor boletero que alza su mirada para atender al próximo cliente, mientras tanto la estación más aglomerada vuelve rápidamente a su tranquilo caos.

_____Techos más altos que la limpieza, oportunistas tan viles como los mosquitos en noche de verano, aroma de frituras vitalicias que noquean al pasar, boletos tan imprescindibles como celulares, una tremenda escasez de respeto en las colas frente a las puertas, niños que juegan a ser mugre, pero tanta tanta tanta gente que también hay muchos que valen la pena.



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