04 - Yrigoyen, vuelta por favor

_____“Quien no ha viajado en tren no ha vivido”, así dice el viejo adagio.

_____Pero… ¿Qué significa esto? Como humilde respuesta puedo ofrecerles mi historia ferroviaria, poco menos que interesante.

_____La historia se desarrolla en diferentes lugares (como es de costumbre en toda historia de viajero), pero comienza en Constitución luego de unas gambetas a piqueteros y la obtención de cierto “pasaje”.

_____Tras arduos minutos de indecisión sobre qué tren tomar, resigné mi decisión pensando que cualquier tren me llevaría a donde quería ir… un poco por fatalista, un poco por viajar hasta Temperley.

_____Siempre había imaginado como sería el viajar sin boleto, desafiar todo orden cósmico y tal vez, solo tal vez, sobrevivir. Esta no sería mi oportunidad, el boleto ya lo tenía, y qué iba a hacer… ¿tirarlo? “No” pensé, y caminé por los vagones en busca de un asiento en el cual posar mi humanidad. Recorrí un pasillo con asientos de gente dormida, divertida, indiferente y hasta enamorada. El primer vagón quedó atrás.

_____El segundo vagón no trajo muchas más sorpresas, pero sí el canto de muchachos con guitarras y panderetas. Pasé como pude entre ellos dejando una moneda en un viejo sombrero negro mientras el de la pandereta hacía una reverencia artística.

_____Tercer vagón. Comencé a sentir los ojos de la gente mientras avanzaba con lo que simulaba ser un paso decidido. Divisé un asiento al final del pasillo, no era nada prometedor pero era el único vacío, así que me lancé a dar pasos más largos y firmes, al menos viajaría sentado. No, no podía ser, un hombre había entrado por la última puerta del vagón y ahora estaba delante de mí. “Tranquilo… tal vez no lo vea” me repetía cuando el hombre se sentó, al tiempo que saboreaba su victoria: “aahhhh”.

_____Ya casi llegando al final de los primeros cuatro vagones y sin más puertas conectoras oí un sonido, al principio pensé que me chistaba algún conocido, pero luego caí en la cuenta de que era el mismo tren riendo y cerrando sus puertas.

_____No era posible, mi día hasta ese momento había sido pésimo, mucho viaje y poca morocha de mirada profunda; subtes que dejan sorderas; ningún asiento; y para colmo, aventuras perdidas por sacar boleto. “De ninguna manera esto puede quedar así” me dijo alguien que era yo mismo, “dale… animate, vos sabés que podés” seguía arengando. Me decidí, traqueteo y bamboleo, bamboleo y traqueteo, Yrigoyen se acercaba; al principio estaba sólo en esa puerta que nadie nunca puede abrir, luego de unos minutos éramos varios… miradas ansiosas, talones que se elevaban del piso a modo de precalentamiento, y también estaba el que pretendía no temer.

_____“Yrigoyen, llegamos… es ahora o nunca”. De vuelta el chistido burlón del tren y la avalancha. Somos tres los aventureros; al principio camino, como con aire de quien domina la situación; pasan los segundos; gotas de sudor que corren tímidamente por mi frente; acelero el paso, “apurate que no llegás”. Recobro la confianza y sigo mi camino, de pronto, la perdición; se oye el mágico canto de los vendedores, seres mitológicos que han quedado varados en viejas estaciones y seducen incautos anunciando precios de inframundo tales como: “Cuatro Titas por $1!!!”. No volteo, quien los siga ya no podrá volver… uno se acerca estirando un billete. Perdido.

_____Se oye un silbato y ya nada importa, hecho a correr; una vieja en el medio, la empujo, “disculpe señora, tengo todo por lo que vivir!!!”. Un salto, mi vida… estoy salvado. Jadeante y desordenado observo miradas inquisitivas sobre mi persona, el tren ríe, una risa dulce, las puertas se cierran y busco un asiento; me siento, cierro los ojos y callo por un minuto, recuerdo s incautos y viejas que ya no volverán.

_____El tren siguió y así mi vida, juré nunca volver a hacerlo, pero quién sabe… tal vez entrene en estaciones menos fantasmagóricas como Escalada, y luego intente pasar dos puertas.

_____No hay moraleja, mucho menos verdades, solo un consejo: si arriesgan su vida en Yrigoyen lleven siempre boleto y un topolino… entréguenlos al boletero y él les dirá una adivinanza, quien responda podrá contarlo.

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_____M. Flores

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