07 - Yrigoyen... maldito yrigoyen

_____Veamos... siempre escuché hablar de agujeros negros, de lugares fantásticos, de magos y brujas, pero nunca escuché sobre una estación de tren que cause tanto misterio como es el caso de Yrigoyen.

_____Leí cosas que me empezaron a llamar la atención, relatos de varias personas que por distintos medios trataron de relacionarse con la estación, y que por diferentes motivos no pudieron hacerlo. Así que un día me decidí y me fui a investigar un poco este fenómeno de ladrillos y cemento.

_____Tomé el tren en Turdera y empecé a descontar minutos de viaje. Por cada estación que pasaba crecía un poco la fuerza de los latidos dentro de mí. Ya por Lanús empecé a sentir una sensación rara y un sudor que empezó a humedecer mis manos. Gerli. Avellaneda. El momento de la verdad: Yrigoyen.

_____Se abrieron las puertas y bajé sin problema. Miré a la derecha, nadie, izquierda, nadie. Estaba sólo en medio de una inmensa plataforma. Nadie subió al tren, nadie bajó. Se cerraron las puertas. El tren se fue y yo todavía estaba en los mismos centímetros de cemento. Me animé y empecé a caminar. Se escuchaba un lejano bullicio de autos, camiones, bocinas, voces, pero todo muy lejano. Muy lejano. Apagado. Empecé a vagar por la estación tratando de buscarle algo raro, algo de que hablar cuando volviera a la civilización, pero nada aparecía. Rejas, caños, escaleras... nada parecía ser diferente a... una estación de tren. Bajé por la escalera. Un poco de mugre en los recovecos de los escalones. Nada.

_____Llegué abajo y estaba oscuro. En una punta una luz parpadeaba. El sol se escondía y empezaba a costarme ver las cosas. Busqué una salida. Nada. Las pocas ventanas que había empezaron a teñirse de negro. Caminé en círculos un rato, empecé a alterarme, a preocuparme, ya no sabía donde estaba la salida. Más oscuridad. El sol se había ido, lo imaginaba. Comencé a sentir cosas que me agarraban los pies, que no me soltaban, empezaron a agarrarme la camisa, el bolso, a rasgar la ropa. Yo no veía nada, pura oscuridad. Corría a ciegas en círculos. Chocaba de vez en cuando con una pared. Mi corazón latía a toda velocidad. Logré soltarme de las garras. Transpiraba. Me sostuve de una pared para recuperar mi aliento, las piernas me temblaban. Descubrí ojos por todas partes, me miraban, enojados. Volví a correr chocándome con todo. Saqué mi celular apurado que se me resbaló de las manos y cayó al piso. Me agaché con cuidado y tanteando el suelo, lo encontré. Más desesperación. Los ojos volvieron a aparecer, esta vez con rugidos. Vi dientes. Me dispuse a marcar. Maldito aparato inservible, no tiene crédito. Reparé en la pequeña luz que salía del celular y traté de usarla para ver algo, para ver de dónde provenían esos colmillos. Nada. Moví para todos lados la luz buscando y nada. Llegué a una pared, parecía el comienzo de un túnel, lo seguí. La luz del celular se apagó y quedé nuevamente en penumbras. Las paredes empezaron a temblar, miré para atrás y vi a lo lejos esos puntos amarillentos que me miraban atentos. Polvo por todos lados, ruido. Mucho ruido. Silencio. Un pitido me rompió el oído. Empecé a correr por el callejón. Se apagó la luz del celular y choqué con algo parecido a un pilar, creo, se vino abajo. Todo tembló, piso, paredes, techo, yo. Unas cuantas piedras golpearon en mi cabeza y parte del techo se vino abajo. Vi algunas estrellas y el reflejo de algunas luces. Otro pitido ensordecedor. Ya mis nervios estaban al límite. Empecé a trepar agarrándome vaya uno a saber de qué. Sentí mis uñas lastimarse. Creo que mis manos sangraban. Llegué a la superficie y me encandilaron dos faros gigantescos. Entrecerrando mis ojos traté de entender qué pasaba, dónde estaba. Me paré y corrí mis últimos metros en un piso totalmente diagonal. Corrí. Llegué a la primera puerta del tren en donde un viejo puteaba a unos pendejos que trababan las puertas. Gracias. Una vez dentro me tiré contra una pared, lleno de tierra, con todas las ropas rotas.

_____La gente me miraba extrañada y no entendía que hacía un hombre de traje, retorcido sobre sí mismo en el suelo del tren. Una señora se levantó de su asiento y me ofreció su lugar. Levanté la cabeza y todo había cambiado, estaba limpio y mi ropa no estaba rota. Como si saliera de un trance miré para todos lados sin entender dónde estaba. La anciana volvió a preguntar. Le agradecí pero no me senté.

_____Las puertas volvieron a abrirse y toda la gente bajó.
_____Constitución...

_____Siempre escuché hablar de agujeros negros, de lugares fantásticos, de magos y brujas, pero nunca escuché de una estación de tren que cause tanto miedo como es el caso de Yrigoyen. Yo recomiendo que no vayan. Que si el tren para, giren la cabeza o mejor..., cierren los ojos. Que no busquen entrar, porque no podrán salir.

_____Lo mío fue un milagro, y no sé si se volverá a repetir.

_____

_____Aeromartin


2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno

Anónimo dijo...

muy bueno